Orígenes y funciones colectivas de la música (Primera parte)

    La música es un elemento presente en todas las culturas descubiertas hasta ahora. La producción musical se manifiesta como una de las actividades fundamentales del ser humano; es una actividad tan característica de la especie como el dibujo o la pintura. La conservación de las pinturas rupestres del paleolítico demuestra la antigüedad de esta forma de arte, y algunas de esas pinturas representan a personas bailando. Las flautas fabricadas con huesos descubiertas en esas cuevas sugieren que sus habitantes bailaban al son de algún tipo de música. Con todo, y puesto que la música sólo pervive gracias a la invención de un sistema de notación que hace posible su conservación escrita o gracias a que un miembro superviviente de una cultura recrea los sonidos y ritmos que sus antepasados le han transmitido, no poseemos información sobre la música prehistórica. Por lo tanto, nos hemos acostumbrado a considerar el dibujo y la pintura como partes integrantes de la vida de los primeros hombres, pero estamos menos habituados a pensar en la música de la misma forma. Sin embargo, la música o los sonidos musicales de algún tipo están tan inmersos en la vida humana que, con seguridad, jugaron un papel en la prehistoria más importante del que pueda determinarse jamás.


     Cuando los biólogos reflexionan sobre actividades humanas complejas como las artes, suelen suponer que sus principales cualidades se derivan de instintos básicos. En términos biológicos, una actividad <<tiene sentido>> si puede contribuir a la supervivencia o facilitar la adaptación al medio o derivarse de un comportamiento que la facilite. Por ejemplo, el arte de la pintura pudo originarse de la necesidad humana de comprender el mundo exterior mediante la vista; este es un logro que permite modificar el entorno o influir en él para favorecer la supervivencia. Los artistas paleolíticos, que dibujaban y pintaban animales en las paredes de sus cuevas, utilizaban sus cualidades artísticas con una finalidad práctica. El dibujo es una forma de abstracción que puede compararse con la formación de conceptos verbales. Permite al dibujante estudiar un objeto en su ausencia, experimentar con diversas imágenes del mismo y, de este modo, por lo menos de forma imaginaria, ejercer poder sobre él. Esos artistas eran <<magos>> que pintaban y dibujaban animales para convertirlos en objeto de sus encantamientos. Al capturar la imagen del animal, los primeros hombres tal vez creyeran que, en cierto modo, lo controlaban. Puesto que el acto de dibujar agudiza la percepción del artista al obligarle a prestar atención detallada a las formas que intenta representar, el pintor paleolítico, en realidad, llegaba a conocer a su presa con mayor precisión y, por ello, aumentaban las oportunidades de tener éxito en la caza. El historiador de arte Herbert Read escribió:


     Lejos de ser un medio para desgastar la energía sobrante, como han especulado teorías anteriores, el arte en los albores de la cultura humana era una pieza clave para la supervivencia, el miedo para agudizar las facultades esenciales necesarias para la lucha por la existencia. En mi opinión, el arte es aún una pieza clave para la supervivencia.





  El arte literario pudo originarse a partir del primitivo cuentacuentos. Este personaje no sólo proporcionaba entretenimiento, sino que transmitía a sus oyentes una tradición versará en quienes eran, de dónde venían y en el significado de sus vidas. Al dar sentido a la existencia de su público y ordenarla, el cuentacuentos aumentaba su sentimiento de valía personal en el esquema general de las cosas y, por lo tanto, aumentaba su capacidad para encarar con diligencia las labores sociales y las relaciones que componían sus vidas. Los mitos de una sociedad suelen representar sus valores tradicionales y sus leyes morales. Por ello, la propagación de estos mitos consolida la coherencia y la unidad de la sociedad y otorga a la vida de cada individuo la sensación de sentido y propósito. Tanto la pintura como la literatura pueden entenderse como formas de expresión desarrolladas a partir de actividades que, en su origen, fueron útiles para la adaptación.





     Pero ¿qué utilidad tiene la música? La música puede considerarse, sin duda, una forma de comunicación entre las personas; sin embargo, no tenemos claro qué comunica. Por lo general, la música no es representativa: no agudiza nuestra percepción del mundo exterior ni tampoco la imita, salvo en destacadas excepciones como por ejemplo en la creación de la sinfonía número seis Pastoral de Beethoven, o la sinfonía Doméstica de Strauss. La música tampoco está formada por proposiciones: no expone teorías sobre el mundo ni transmite información de la misma forma en que lo hace el lenguaje.

     

     Existen dos planteamientos convencionales sobre el significado de la música en la vida humana. Uno de ellos es el análisis de sus orígenes. En la actualidad, la música ha evolucionado mucho, es compleja, variada y sofisticada. Si logramos entender cómo se originó, tal vez podríamos comprender mejor su significado esencial. El segundo planteamiento consiste en analizar el modo en que sea utilizado la música. ¿Qué funciones ha desempeñado la música en las diferentes sociedades a lo largo de la historia?




     No existe consenso general sobre el origen de la música. La música está relacionada con el mundo de la naturaleza sólo de forma indirecta. La naturaleza está llena de sonidos, y ciertos sonidos de la naturaleza, como el murmullo del agua, pueden proporcionarnos un placer considerable. Un estudio sobre preferencias sonoras realizado con personas en Nueva Zelanda, Canadá, Jamaica y Suiza reveló que a ninguna de ellas le disgustaban los sonidos de los arroyos, ríos y cascadas, y que a una elevada proporción le gustaban mucho. No obstante, los sonidos de la naturaleza, a excepción del canto de los pájaros y otras formas de comunicación animal, son ruidos irregulares y no notas sostenidas de tono definido que puedan considerarse formas musicales. Esta es la razón por la cual nos referimos a los sonidos que componen la música occidental con el nombre de <<notas>>: son unidades divisibles con ondas sonoras audibles que pueden repetirse y reproducirse.

     Aunque la ciencia pueda establecer las diferencias entre los sonidos en términos de altura, volumen, timbre y ondas sonoras, no puede describir la relación entre las notas que constituyen la música. Mientras que aún existe una importante polémica relativa al origen, finalidad y significado de la música, el consenso es generalizado al afirmar que está relacionada sólo de forma remota con los sonidos y los ritmos del mundo de la naturaleza. La ausencia de la relación con el exterior convierte a la música en algo único entre las artes. Sin embargo, ya que la música tiene una estrecha relación con los sentimientos, no puede considerarse como un simple sistema incorpóreo de relaciones entre sonidos. Con todo, como señaló G. H. Hardy:


     La música puede utilizarse para estimular la emoción de las masas, pero las matemáticas no.


     Si la música no fuera más que una serie de estructuras artificiales comparables a imágenes decorativas, proporcionaría un tenue placer estético, pero nada más. La música puede hacernos llorar o generarnos un placer intenso. La música, al igual que el enamoramiento, tiene la capacidad de transformar nuestra existencia por completo. Con todo, es difícil definir los vínculos entre el arte de la música y la realidad de los sentimientos humanos. Esta cuestión resulta tan compleja, como veremos más adelante, que muchos virtuosos de la música han perdido toda esperanza de aclararla y han intentado convencernos de que las obras musicales están compuestas por patrones sonoros incorpóreos que no tienen relación con otras experiencias humanas.





     ¿Podemos relacionar la música con los sonidos que realizan otras especies? Los sonidos más <<musicales>> de la fauna son los que apreciamos en el canto de los pájaros. En sus cantos, los pájaros utilizan tantos ruidos como tonos; pero la proporción de tonos definidos es a menudo tan elevada que muchas personas califican este tipo de canto como <<música>>. El canto de los pájaros tiene diversas funciones; como elemento identificador del pájaro, advierte que el territorio donde se encuentra este es de su agrado y, además, actúa como advertencia para sus rivales. Las aves en busca de pareja cantan con más vigor que las que ya han emparejado, lo cual corrobora la teoría de Darwin de qué el canto tiene su origen en la invitación sexual. El canto de los pájaros es, sobre todo, una actividad de los machos que depende de la producción de hormonas sexuales masculinas, la testosterona, aunque, en algunas especies se producen duetos entre macho y hembra. Si posee la cantidad suficiente de testosterona, un ave del sexo femenino, que por lo general no canta, puede <<bordar>> el mismo repertorio de canciones que el macho.


  Charles Hartshorne, el ornitólogo y filósofo norteamericano, afirma que el canto de los pájaros presenta variaciones de altura y de ritmo: accelerando, crescendo, diminuendo, así como cambio de tonalidad y variaciones temáticas. Algunos pájaros, como el tordo carpintero Hylochicla mustelina, poseen un repertorio de hasta nueve trinos, que pueden producir de forma sucesiva en una variedad de diversas combinaciones. Hartshorne afirma:


     El canto de los pájaros se asemeja a la música humana tanto en los patrones sonoros como en el arreglo. El canto ilustra la unión estética entre la irregularidad caótica y la regularidad monótona. La principal diferencia del canto de los pájaros con la música humana estriba en el breve lapso temporal de los patrones repetitivos producidos por los pájaros, que suelen durar tres segundos, o menos, con un límite máximo de unos 15 segundos. Dicha limitación es equiparable al concepto de la música primitiva. Todos los conceptos musicales, hasta el más simple, incluso la transposición y la armonía simultánea, se pueden encontrar en la música de las aves.





     A renglón seguido, Hartshore afirma que los pájaros cantan mucho más de lo necesario, desde el punto de vista biológico, para sus diversas formas de comunicación. Sugiere que el canto de las aves ha trascendido, en cierto modo, el uso práctico para convertirse en una actividad practicada por puro placer: una expresión de joie de vibre de los pájaros.

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