El Romanticismo, parte 1 de 3



 EL ROMANTICISMO

     Con este término solemos referirnos a la historia, al pensamiento y el arte del siglo XIX. Hemos de precisar inmediatamente que el romanticismo es un aspecto del siglo XIX, pero no todo el siglo puede ser calificado de “romántico”.

     Los límites cronológicos son, como en cualquier estilo artístico, imprecisos. Algunos estudiosos, la mayoría, le hacen coincidir con el final de las guerras napoleónicas (1815). Para otros hay un primer romanticismo alrededor de la Revolución francesa (1789); otros, por último, le hacen nacer con la revolución de 1830, en la cual es liquidado irreversiblemente el “antiguo régimen”. En definitiva, no en todos los países surgió al mismo tiempo ni en todos tuvo la misma intensidad.

 


LA SOCIEDAD

     Tras las guerras napoleónicas y la derrota del Emperador, las clases privilegiadas que habían venido dominando la vida política y social europea consiguieron frenar momentáneamente el movimiento revolucionario burgués. En Congreso de Viena y la llamada Santa Alianza tienden a reimplantar las monarquías absolutas anteriores a las convulsiones revolucionarias, y lo consiguen durante un breve periodo.

     Pero en 1830 estalla de nuevo la ola revolucionaria de la burguesía, repetida en 1848, tras lo que se instauran en la mayor parte de Europa formas de gobierno democráticas, en las que todos los ciudadanos tienen derecho a votar para elegir a sus gobernantes y exigirles cuentas de su gestión. Esta época se anuncia tímidamente en España con el advenimiento al trono de Isabel II, apoyada por las fuerzas liberales. Pero las fuerzas de la reacción absolutista se aglutinan en torno a la figura del hermano de Fernando VII, el infante Carlos María Isidro, y no se resignan a perder privilegios, provocando las guerras carlistas, que entenebrecen nuestro siglo XIX:

     Sin embargo, el triunfo generalizado de las fuerzas burguesas al imponer su orden social ha olvidado a una tercera clase social, el proletariado, los trabajadores. El nuevo orden burgués es, desde luego, más justo que el anterior, pero es terriblemente injusto para quien sólo posee sus manos para trabajar y sus hijos -la prole- a quien alimentar.

     Esta nueva clase social es explotada por la burguesía en los nuevos centros de trabajo, cada vez más multitudinarios, que surgen con la revolución industrial. En las fábricas, en las minas, en los talleres, el trabajador sufre una opresión económica y laboral terrible; los derechos individuales teóricos, pensados para la burguesía, fallan en la práctica con el proletariado, que no tarda en organizarse en torno a las ideas que pretenden transformar las relaciones sociales, económicas y políticas entre los hombres, haciendo valer los derechos de los oprimidos y acabando con las desigualdades y la injusticia. Las doctrinas principales fueron el socialismo y el anarquismo, de las que Carlos Marx y Miguel Bakunin son, respectivamente, los más destacados representantes.

     El final de la sexta década y los comienzos de 1870 ven llegar un nuevo período revolucionario donde, por primera vez, las organizaciones obreras plantean violentamente sus reivindicaciones. La victoria de la burguesía es total, pero el sentimiento de peligro y de crisis ya no desaparece del todo, y la burguesía, antes revolucionaria, se hace conservadora. En España, tras el derrocamiento de Isabel II (1868) y el advenimiento y posterior liquidación de la Primera República, vuelve la monarquía constitucional con Alfonso XII (1875), y Francia, tras la caída del segundo imperio napoleónico, establece una república conservadora.

     Con el triunfo de la burguesía aparecen en Europa nuevas nacionalidades: Alemania e Italia consiguen agrupar los pequeños Estados en los que estaban divididos en un Estado central y moderno; en Alemania, bajo los reyes prusianos, y en Italia, bajo la dinastía de los Saboya. Bélgica y Holanda también adquieren su actual configuración. El siglo XIX ve alzarse un nuevo imperio mundial, el inglés, que domina desde tiempo atrás las rutas marítimas y ha aprovechado al máximo los beneficios de la industrialización. Y también contempla la expansión de una joven nación americana, los Estados Unidos de Norteamérica.

 


EL ARTE

     El romanticismo es un arte burgués. Podríamos decir que es el arte de la burguesía. El arte anterior partía siempre de un concepto refinado y aristocrático de la existencia. Ahora, por primera vez, el arte toma como modelo o medida a la burguesía, el gusto burgués.

     El artista romántico, como burgués, es profundamente individualista. Y quiere expresar sus sentimientos individuales con su arte: el arte se convierte en un documento humano no sujeto, en principio, a ninguna norma impuesta. El arte romántico es expresión de sentimiento y rebelde a toda norma.

     La burguesía, como público receptor del arte romántico, es mucho más numerosa que la aristocracia; por eso el artista ha de dirigirse a este gran público y vive de la respuesta que el público da a su arte. Con el antiguo régimen, el artista era un asalariado de la aristocracia, pero ahora ha conquistado la libertad, aunque a costa de otra grave servidumbre: el gusto medio de la burguesía es mediocre, a menudo es “mal gusto”. Ante ese gusto vulgar, impuesto por el concepto de mercado libre, el artista reacciona de diversas maneras: adaptándose a él, aburguesando su arte, o bien luchando contra él y creando un arte incomprendido, salvo para una minoría, de la que apenas puede vivir.

     Esto nos hace comprender los terribles insultos que muchos artistas profieren contra el buen burgués, sólo interesado en su dinero y en un arte decorativo y agradable. Es decir, el artista romántico, surgido generalmente de la burguesía, suele separarse de ella y la desprecia; por contraposición, deja de tener influencia inmediata en la sociedad, se encierra con frecuencia en un mundo irreal y subjetivo, expresa muchas veces su dolor ante la incomprensión general.

     En la arquitectura dejan de tener la máxima importancia las iglesias y los palacios, que eran los edificios más representativos del arte aristocrático. En esta época proliferan los edificios burgueses: plazas, mercados, escuelas, bibliotecas, teatros, cárceles, cuarteles, cementerios… Es más, en el siglo XIX se separan los arquitectos de las Escuelas de Bellas Artes, por su carácter más técnico, e incluso se produce la separación entre arquitectos e ingenieros. Son los ingenieros quienes dan paso a los nuevos materiales arquitectónicos que revolucionan el arte de construir; el hierro, el cemento y el vidrio son los materiales de los puentes, las estaciones de ferrocarril y luego se extienden a todos los edificios. Los arquitectos descubren el arte medieval, especialmente la arquitectura gótica, y producen un estilo que intenta equilibrar todo lo anterior: un estilo ecléctico.

     La escultura es el arte menos representativo del romanticismo. Vive todavía de los ideales del clasicismo, que en ella se encarnan a la perfección. En los monumentos públicos, sin embargo, ya no son solamente reyes y aristócratas los homenajeados, sino también los nuevos ricos, los soldados ilustres o, simplemente, las nuevas ideas de patria, libertad…

     La pintura es, entre las artes plásticas, el arte más romántico, porque puede reflejar mejor la intimidad y el individualismo. Si Beethoven es el músico en el que se da el paso del clasicismo al romanticismo, con nuestro Francisco de Goya la pintura pasa del antiguo régimen (sus cuadros para hacer tapices) a la subjetividad romántica (las pinturas “negras”). La herencia la recogen pintores como Gericault y Delacroix, en Francia; Kaspar David Friedrich, en Alemania, y Turner, en Inglaterra.

     La divulgación del arte entre la sociedad burguesa se efectúa por medio de una técnica de grabado llamada litografía: el artista dibuja en una piedra que tiene la propiedad de rechazar la tinta de la impresión en las partes que no han sido dibujadas. Con ella, un dibujo o pintura pueden ser reproducidos cuantas veces se quiera. Es un procedimiento barato con el que se ilustran libros, revistas y folletos. Artistas como Goya y Honoré Daumier ponen así al alcance de todos, a precios módicos, sus creaciones artísticas. Nacen las primeras revistas ilustradas, y a fines del siglo se mecaniza la ilustración y la reproducción de obras de arte por medio de la fotografía y las artes fotomecánicas.

 

Tomado de: Música y Sociedad de Jacinto Torres, Antonio Gallego y Luis Álvarez

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